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- Designation: Locutor - Programador
Por: Natalia Matamoros
/// Gustavo Linares había desarrollado una fructífera carrera como locutor en Venezuela. No solo tenía un programa de radio con elevado nivel de audiencia en la zona de los Altos Mirandinos, sino también había fundado su propia estación de radio: Huracán 93.3 FM.
Sin embargo, el cierre de más de un centenar de emisoras y la censura impuesta por el gobierno de Nicolás Maduro lo empujaron a tomar la difícil decisión de emigrar. Se sentía arrinconado, asfixiado. No podía denunciar abiertamente las fallas de los servicios públicos en las comunidades deprimidas porque las amenazas de Conatel eran cada vez más frecuentes. Además estaba obstinado, harto de hacer colas kilométricas para comprar comida y pañales.
Gustavo tiene un hermano que desde hace 10 años vive en la ciudad de León Guanajuato en México. Le planteó que en vista de la difícil situación en Venezuela se marchara a esa urbe, donde tendría las posibilidades de desarrollo y crecimiento que su país natal le negaba.
En el año 2015 se fue mes y medio de vacaciones para conocer la ciudad y estudiar las posibilidades de trabajo. El clima, la calidez de su gente y la tranquilidad que se respira en esa ciudad lo cautivaron. Cuando regresó a Venezuela vendió los equipos, el mobiliario y hasta los micrófonos de la emisora que fundó para iniciar una nueva vida en el país azteca. «Me marché con mi esposa y mi hijo pequeño. Con el dinero producto de la venta de los aparatos de audio, renté un apartamento y lo amoblé para que estuviéramos más cómodos».
Gustavo se marchó con la esperanza de buscar trabajo en una estación de radio y que su personal directivo lo ayudara a gestionar los papeles como residente. Pero en un principio las cosas no salieron como esperaba. Tocó puertas en más de 15 emisoras de Guanajuato. Lo trataron bien, recibieron sus demos para escuchar el trabajo que hizo en Venezuela, pero no lo llamaban para segundas entrevistas.
«Les gustaba mi trabajo, me decían que lo revisarían con detenimiento y que luego me llamarían, pero esto no ocurrió», relata Gustavo.
Cansado de esperar una llamada que le avisara sobre una posible entrevista de trabajo, recorrió las tiendas de la ciudad. Se detuvo en aquellas que colocaban bocinas con música a todo volumen para ofrecerles a sus dueños la promoción de sus productos y servicios, a través de perifoneos y así dar a conocer su voz.
Con su entusiasmo y su timbre portentoso logró calar en el gusto de los comerciantes. Lo contrataban para publicitar su negocio e impulsar sus ventas. Pero el dinero obtenido por el servicio no era suficiente para sostenerse en la ciudad, necesitaba un empleo estable y había una piedra de tranca: no tenía documentos que avalen su estadía legal.
El dueño de una colchonería le tendió la mano. Gustavo entró a trabajar en ese negocio en sustitución de un empleado que había renunciado. La oportunidad sería temporal porque el propietario corría el riesgo de meterse en problemas con los agentes de migración por incorporar en su plantilla a un extranjero sin papeles.
Él en poco tiempo se convirtió en el mejor vendedor no solo de esa tienda, sino de las otras sucursales y además las promocionaba con sus anuncios publicitarios. Una tarde, el propietario de una estación de radio fue a comprarle un colchón y al cerrar la negociación, Gustavo se enteró de su cargo y se le presentó con ese tono extrovertido que lo caracteriza y le dijo que era locutor, pero que no había tenido suerte para entrar en el medio, que había hecho un periplo por las radios sin resultados.
El empresario le pidió que le mostrara su material y el joven le enseñó una de sus locuciones que tenía grabada en su celular. Le agradó su voz y le dijo que acudiera la semana siguiente a una entrevista a la estación radial, de nombre Poderosa 93.9 FM. Acudió a la cita y fue aceptado. Quedó como empleado fijo. Su talento se impuso ante decenas de mexicanos que se disputaban esa plaza de trabajo.
Su sueño se había cristalizado y antes de entrar en Poderosa, nació su segundo hijo, José Ángel. Su llegada no solo representó una bendición para su familia, sino también sentenciaba su estancia legal en el país. Le entregaron su residencia permanente por convertirse en padre de un mexicano.
Hoy en día Gustavo se desempeña entre semana como programador y los fines de semana conduce los espacios Maratón Musical y La Casa del Ritmo. Para hablar de los cantantes con propiedad, no fue fácil. Tuvo que estudiar los géneros gruperos y cumbia mexicana que son los más escuchados en la región. «Me iba a la casa a oír canciones y a investigar la biografía de los intérpretes que eran desconocidos para mí. Ha sido un reto y una experiencia enriquecedora porque también me han dado la oportunidad de hacer servicios públicos para ayudar a las comunidades, sin censura», comenta.
Él aspira tener un programa de variedades entre semana y mientras se le abre esa puerta, continúa su trabajo con compromiso y humildad que son la clave para alcanzar el éxito en otras tierras. «Soy de los que piensa que entre venezolanos no debemos ponernos trabas, por el contrario ayudarnos entre nosotros y mantener una actitud positiva y siempre dispuestos a trabajar en lo que sea, siempre y cuando no traicionemos nuestros valores y principios», concluye.